Sueños
Son las 7 de la mañana y mientras
paso mis manos por mi cabello mirando el
espejo, trato de despertar luego de una larga noche; voy retrasada, por eso tengo que alistarme
cuanto antes, busco el cepillo de dientes, no lo encuentro, vuelvo a mirarme al espejo y noto que aún me falta mucho para
despertar, en eso viene mi pequeña hija,
miro los ojos de Bayolet y noto en ellos el reflejo de una mala mañana, la
verdad es que hoy yo también levanté con un mal humor, es como si el mundo
y todo alrededor conspirara para que me sienta decaída.
Al sentarme en el comedor tomo mi taza de café, con dos cucharadas de azúcar,
esa que tanto me gusta, levanto la voz para llamar a mi pequeña y puedo verla acercarse
a paso lento, al parecer a ella también le cuesta un poco “madrugar”, se acerca
a mí y abre los brazos para que cargue de ella y la coloque en su sillita
especial, esa que le regaló su abuelo con dibujitos de animales y hecha toda de
madera pura; la tomo entre mis brazos y al levantarla recuerdos borros vienen
a mi cabeza , es como si fuese un dejavú, es como si esto ya lo hubiera vivido ,
no sé lo que pasa, no sé cómo explicarlo.
Estoy en el ómnibus tarareando la
canción del momento sé que haciendo esto dejaré de pensar en la salud de mi
madre, la pobre se encuentra tan mal, incluso, temo pensar que Diosito vaya a
querer tenerla a su lado, mientras el cobrador llama gente para seguir llenando
el carro, que de por sí, se encuentra súper abarrotado de personas, yo,
estoy a punto de llegar a mi destino.
Durante todo el trayecto mi bebe no dijo ni una sola palabra, estaba tan
cansada que prefirió continuar su sueño
entre mis brazos. La tomo de la
mano para caminar, nos acercamos a la puerta principal del hospital, es aquí,
donde se encuentra mi madre. Ahora por fin la veré.
Una mujer se me acerca, me hace
la conversación pero yo no dejo de pensar en mi madre y en lo mal que se
encuentra, estoy tan desesperada por entrar a verla que sigo la conversación; después de todo, no se
ve tan mala persona, Bayolet reclama mi atención, vuelvo a cogerla y la
acurruco en mi pecho, esta sí que es una niña perezosa, pero es mi hija, y la amo con todo mi corazón.
La gente se aglomera por entrar a
la visita, es obvio que no soy la única que quiere ver a su familia. Me coloco
detrás de un tipo alto y robusto, de mirada penetrante; con mi pequeña en
brazos estoy solo a dos personas para ingresar al hospital, en eso me detiene
el hombre de seguridad.
¡Usted no puede Pasar!, me dice
el uniformado, yo toda molesta le pregunto por qué, ¿Cuál es el problema? Y entonces
el hombre responde que no puedo entrar con mi hija. Bayolet tiene que quedarse;
estoy preocupada, no sé qué hacer, quiero ver a mi madre, pero no tengo con
quien dejar a mi tesoro.
De repente siento que alguien me
toca el hombro, volteo, y caigo en cuenta que es la misma mujer que me hizo la
conversación al inicio, esta, se ofrece a ayudarme y yo no hago nada más que
aceptar, no lo pienso dos veces, entonces le digo a mi pequeña que me espere
quietecita con la señora, que ella sólo la cuidará por un momento. Le prometo
que al salir le compraré una gelatina, sé que le encanta de sabor piña, por eso
ella siente sin ningún problema.
Me cuesta mucho dejarla, pero sé
que no será por mucho tiempo, entonces me alejo y volteo, veo su rostro, se
encuentra algo triste, pero antes de
cruzar la puerta me sonríe y me manda un beso.
Después de visitar a mi madre y
ver que su salud está mejorando, me pongo a pensar en mi hija, levanto la cabeza
y miro de manera atónita el reloj que cuelga sobre la pared ¡no lo puedo creer!,
han pasado alrededor de dos horas, y mi pequeña está afuera, esperando con una
desconocida, aunque la mujer tenía buena pinta, son casi dos horas las que estuve
entre estas cuatro paredes, me siento mal con migo, con mi pequeña y sobre todo
con la mujer, que estará pensando, abusé de su confianza.
Salgo de manera rápida y
apresurada, aunque no voy golpeando a la gente en mi camino, sé que muchos de
ellos me miran de manera rara, claro, ellos no saben lo que me sucede.
Estoy sudando, tengo un mal
presentimiento, siento que mi corazón mi corazón se encoje, el pulso se me
acelera, y sólo empiezo a ver a la gente en cámara lenta, no escucho voces,
sólo veo pasar a enfermeras, pacientes, visitantes, entre otros, todos ellos me
miran y veo tristeza en su rostros, sé que algo anda mal, lo sé, lo presiento.
Estoy tan agotada que mis fuerzas
se desvasen, sé que falta poco para llegar a la puerta, puedo ver al mismo
hombre de seguridad que me negó el ingreso al inicio, lo veo, pero también veo
dolor en su mirada, no entiendo lo que sucede; cuando estoy a punto de llegar,
todo se nubla, ahora no veo nada, sólo escucho la voz de mi pequeña Bayolet, llamándome,
está llorando, sólo puedo escuchar su voz, sus gritos, me está llamando.
En eso me despierto y la veo ahí
tan tranquila, como siempre, con esos ojos tan hermosos que tiene, salió a su
abuela, eso viene de familia. En sus
cortas palabras dice que me quiere y vuelve
a colgarse de mi cuello como siempre lo hace cada vez que la llamo para
servirnos el desayuno.
He sabido que los sueños tienes
un significado, incluso existen personas que logran interpretar de manera más
precisa lo que nosotros en un estado de profundo descanso “soñamos” pero pero
en fin, no soy muy creyente de ese tipo de cosas, sólo sé que en adelante
tendré mucho cuidado con mi pequeña hija, nunca tomaría la decisión que tomé en
ese sueño tan bizarro.
Xiomara Soto Portillo