domingo, 22 de septiembre de 2013

Sueños



Sueños

Son las 7 de la mañana y mientras paso mis manos por mi  cabello mirando el espejo, trato de despertar luego de una larga noche;  voy retrasada, por eso tengo que alistarme cuanto antes, busco el cepillo de dientes, no lo encuentro, vuelvo a mirarme  al espejo y noto que aún me falta mucho para despertar, en eso viene mi pequeña  hija, miro los ojos de Bayolet y noto en ellos el reflejo de una mala mañana, la verdad es que hoy  yo también  levanté con un mal humor, es como si el mundo y todo alrededor conspirara para que me sienta decaída. 

Al sentarme en el comedor  tomo mi taza de café, con dos cucharadas de azúcar, esa que tanto me gusta, levanto la voz para llamar a mi pequeña y puedo verla acercarse a paso lento, al parecer a ella también le cuesta un poco “madrugar”, se acerca a mí y abre los brazos para que cargue de ella y la coloque en su sillita especial, esa que le regaló su abuelo con dibujitos de animales y hecha toda de madera pura; la tomo entre mis brazos y al levantarla recuerdos borros vienen a mi cabeza , es como si fuese un dejavú, es como si esto ya lo hubiera vivido , no sé lo que pasa, no sé cómo explicarlo.

Estoy en el ómnibus tarareando la canción del momento sé que haciendo esto dejaré de pensar en la salud de mi madre, la pobre se encuentra tan mal, incluso, temo pensar que Diosito vaya a querer tenerla a su lado, mientras el cobrador llama gente para seguir llenando el carro, que  de por sí,  se encuentra súper abarrotado de personas, yo, estoy a punto de llegar a mi destino.

Durante todo el trayecto mi bebe  no dijo ni una sola palabra, estaba tan cansada que prefirió continuar su sueño  entre mis brazos.  La tomo de la mano para caminar, nos acercamos a la puerta principal del hospital, es aquí, donde se encuentra mi madre. Ahora por fin la veré.

Una mujer se me acerca, me hace la conversación pero yo no dejo de pensar en mi madre y en lo mal que se encuentra, estoy tan desesperada por entrar a verla que  sigo la conversación; después de todo, no se ve tan mala persona, Bayolet reclama mi atención, vuelvo a cogerla y la acurruco en mi pecho, esta sí que es una niña perezosa, pero es mi hija,  y la amo con todo mi corazón. 

La gente se aglomera por entrar a la visita, es obvio que no soy la única que quiere ver a su familia. Me coloco detrás de un tipo alto y robusto, de mirada penetrante; con mi pequeña en brazos estoy solo a dos personas para ingresar al hospital, en eso me detiene el hombre de seguridad.

¡Usted no puede Pasar!, me dice el uniformado, yo toda molesta le pregunto por qué, ¿Cuál es el problema? Y entonces el hombre responde que no puedo entrar con mi hija. Bayolet tiene que quedarse; estoy preocupada, no sé qué hacer, quiero ver a mi madre, pero no tengo con quien dejar a mi tesoro.

De repente siento que alguien me toca el hombro, volteo, y caigo en cuenta que es la misma mujer que me hizo la conversación al inicio, esta, se ofrece a ayudarme y yo no hago nada más que aceptar, no lo pienso dos veces, entonces le digo a mi pequeña que me espere quietecita con la señora, que ella sólo la cuidará por un momento. Le prometo que al salir le compraré una gelatina, sé que le encanta de sabor piña, por eso ella siente sin ningún problema. 

Me cuesta mucho dejarla, pero sé que no será por mucho tiempo, entonces me alejo y volteo, veo su rostro, se encuentra algo triste, pero  antes de cruzar la puerta me sonríe y me manda un beso.

Después de visitar a mi madre y ver que su salud está mejorando, me pongo a pensar en mi hija, levanto la cabeza y miro de manera atónita el reloj que cuelga sobre la pared ¡no lo puedo creer!, han pasado alrededor de dos horas, y mi pequeña está afuera, esperando con una desconocida, aunque la mujer tenía buena pinta, son casi dos horas las que estuve entre estas cuatro paredes, me siento mal con migo, con mi pequeña y sobre todo con la mujer, que estará pensando, abusé de su confianza.

Salgo de manera rápida y apresurada, aunque no voy golpeando a la gente en mi camino, sé que muchos de ellos me miran de manera rara, claro, ellos no saben lo que me sucede. 

Estoy sudando, tengo un mal presentimiento, siento que mi corazón mi corazón se encoje, el pulso se me acelera, y sólo empiezo a ver a la gente en cámara lenta, no escucho voces, sólo veo pasar a enfermeras, pacientes, visitantes, entre otros, todos ellos me miran y veo tristeza en su rostros, sé que algo anda mal, lo sé, lo presiento.

Estoy tan agotada que mis fuerzas se desvasen, sé que falta poco para llegar a la puerta, puedo ver al mismo hombre de seguridad que me negó el ingreso al inicio, lo veo, pero también veo dolor en su mirada, no entiendo lo que sucede; cuando estoy a punto de llegar, todo se nubla, ahora no veo nada, sólo escucho la voz de mi pequeña Bayolet, llamándome, está llorando, sólo puedo escuchar su voz, sus gritos, me está llamando. 

En eso me despierto y la veo ahí tan tranquila, como siempre, con esos ojos tan hermosos que tiene, salió a su abuela,  eso viene de familia. En sus cortas palabras dice que me quiere  y vuelve a colgarse de mi cuello como siempre lo hace cada vez que la llamo para servirnos el desayuno. 

He sabido que los sueños tienes un significado, incluso existen personas que logran interpretar de manera más precisa lo que nosotros en un estado de profundo descanso “soñamos” pero pero en fin, no soy muy creyente de ese tipo de cosas, sólo sé que en adelante tendré mucho cuidado con mi pequeña hija, nunca tomaría la decisión que tomé en ese sueño tan bizarro.

Xiomara Soto Portillo

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