martes, 17 de septiembre de 2013

SUEÑOS TRUNCADOS

He esperado con ansias todos estos días, seguro que mañana terminare victorioso, todo un ganador, venceré, y, así convertirme en uno de los pocos guerreros en derrotar a Abaddon, la preparación que he llevado en mi campo de entrenamiento me será de utilidad, -estoy seguro que lo conseguiré- me lo repito en mí cabeza. Ahora solo he de esperar y descansar, debo guardar toda energía posible.
La mañana amaneció gris, con llovizna y viento, esto hace que se erice mi cuerpo, me apresuro en colocarme mi armadura, -Matías apresúrate o no iremos – me grita mi madre,  me dispongo a bajar con rapidez. Nos dirigimos al campo de batalla.
Un humo tenue cubre el campo de batalla, me apresuro en despedirme de mi madre,- nos veremos luego-, le digo con mucha seguridad,  me dirijo al campo y logro percibir a cientos de guerreros, enfrentando  a las criaturas más despreciables del planeta, algunos de ellos inmensos y con un solo ojo, son torpes pero capaces de aplastarte con una sola mano. Me interno en la llanura del desierto-tengo que tener cuidado con los animales venenosos- me lo repito, logro superarlo y ahora me propongo a escalar la cima de la montaña de las criaturas inmensas, que pueden observarlo todo con aquel único ojo enrojecido.
Me he detenido a la mitad de la montaña, necesito tomar un poco de agua, mientras bebo no dejo de pensar en Abaddon,- ¿Será cierto lo que dicen de aquel demonio?-pensé- ¿Acaso me faltará el aire? ¿Olerá a azufre? ¿Se me irán las fuerzas? –me pongo a recordar  las palabras de guerreros que han pasado por estas situaciones al estar cerca del demonio y que han salido huyendo del lugar. Me apresuro a seguir el camino, he descubierto un túnel que al parecer atraviesa las montañas,- eso me evitará la confrontación con los gigantes y así llegaré rápido a la espesura del pantano donde habita Abaddon- pienso.
Saco mi bengala para abrirme paso en la oscuridad de la cueva.
-¿Será tan largo el camino?- me pregunto.
Llevo caminando por más de una hora, no he tenido problema alguno pero me preocupa que se acaben las bengalas antes de ver la salida, solo me quedan tres.
-¡Demonios! –grito asustado.
La cueva ha comenzado a temblar, el suelo se inclina para un lado, siento que caigo hacia un abismo, he comenzado a sudar y temblar, no consigo sostenerme de una roca, -¿Será mi fin?- me pregunto. De pronto mi cuerpo se estampa contra una de los lados de la cueva, el dolor es inmenso, no puedo moverme y menos respirar, las fuerzas se me han ido,- quiero regresar a casa, quiero ver a mamá- es en lo único que pienso.
-Se cayó el tobogán cuando el niño estaba encima- mencionan unos señores y enseguida escucho a mi madre gritar estremecedora mente, mientras se cierran mis ojos.
¡Matías!


Paulo Fuentes 

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